¿Cuándo “nacen” los dientes de leche?
La aparición de los dientes de leche comienza entre los 6 y 8 meses de vida del bebé, pero su formación se inicia en la sexta semana del embarazo. Por esto, además de por tantos otros motivos, es fundamental la alimentación de la madre durante la gestación. Incluso los dientes permanentes comienzan su constitución antes del parto.
¿Qué signos evidencian que el bebé está en su proceso de dentición?
Se nota sobre todo en las encías: se le inflaman y se ponen más sensibles e irritables, e incluso pueden aparecer algunos pequeños hematomas. El niño también babea más -lo cual puede ocasionarle irritaciones en la barbilla- y empieza a rechazar el alimento (aunque no porque pierda apetito).
¿Al bebé le molesta la aparición de los dientes?
Sí. Cada pieza presiona desde dentro y atraviesa el tejido que está en las encías, llamado membrana periodontal, y eso genera malestar y dolor. El sueño del bebé puede verse alterado por esta causa. Para aliviarlo, el pequeño tiende a llevarse cualquier objeto o sus dedos a la boca; lo ideal es darle algún elemento frío y duro que pueda morder, como unos “mordedores refrigerantes” que se venden en tiendas de artículos para bebés y son especiales para este momento.
También se le pueden dar suaves masajes en las encías. Si el malestar es muy intenso, es posible que el odontopediatra recete algún analgésico adecuado a su edad. Esto es lo que origina que a veces los niños rechacen el alimento: no es que no tengan hambre, sino que el malestar que siente, o el dolor que le generan la succión o el roce de la cuchara, le hacen comer un poco peor.
¿Y si algún diente no aparece?
Es poco frecuente, pero a veces alguna pieza dental no se forma por razones congénitas (este problema lleva el nombre de agenesia dental). El especialista informará cómo conviene actuar en cada caso.
¿Es necesario lavar los dientes de leche?
La caries puede llegar incluso con el primer diente. Y cuidar la salud es fundamental por varios motivos: esta erosión bacteriana puede producir mucho dolor y afectar la masticación (y, por ende, la alimentación), el sueño, la manera de hablar y jugar del niño, su autoestima y cómo llegue preparado a la escuela; además, si se produce una infección, se puede transmitir a los dientes definitivos que están debajo.